PREDICCIONES II


PREDICCIONES II 

Por: Rafael Gómez LLinás 

No recuerdo como se hizo el contacto con ella ni a través de quien la conocimos.  Lo cierto  es que de golpe me hallaba sentado frente a ella, en una salita de la casa de Amed, en medio de una sesión de adivinación que habíamos organizado, más llevados por la perenne búsqueda de la verdad,  del sentido de la realidad y de respuestas existenciales que por otra cosa, con la clarividente más certera que se conocía, según muchos aseguraban. 


Sin mediar demasiadas palabras y con una sonrisa amable y mirándome directamente a los ojos, me dijo: “Baraja estas cartas. No lo hagas como si estuvieras barajando cartas de juego. Hazlo, entremezclando con tranquilidad como te lleven tus manos, unas con otras”. Tomé un desgastado por el uso, tarot de Marsella que me entregó, y con un poco de ansiedad así lo hice. 


Con extrañeza, pude notar que antes de ver las cartas ya me estaba diciendo algunas cosas de mi vida. Algún tiempo después ella misma me confesó que lo de la lectura de las cartas del Tarot era una especie de pretexto para facilitar el vinculo, la conexión con el destino de la persona leída. Y que por eso sin necesidad de leerlas, desde le mismo momento en el que se “conectaba” con ella, como en una especie de visión sentida, empezaba a recibir imágenes de las historias sobre el futuro de la persona observada. Después sin destaparlas,  las desplegó sobre la mesa.  


Señaló el abanico de las veintidós cartas del Tarot de Marsella y en voz baja me dijo: “¡Esta es tu propia vida!.. ¡Aquí está todo tu destino!. Ahora, saca una carta.” La observó muy por encima y sin dejar de mirarme continuó: “¡Has sido una persona bendecida y protegida, pero tu cuarto de hora se ha terminado! Ese manto de suerte que siempre te ha acompañado se acaba. Pero se acaba, para las cosas que estas haciendo hasta ahora. Para la rutina que hasta ahora has llevado. Sin embargo, veo que si buscas otro norte, si orientas la nave de tu vida en otro sentido, muchas, muchísimas cosas te faltarían por hacer. Muchos mundos satisfactorios y nuevos se abrirán ante ti, y serás nuevamente elevado por la vida. Si no lo haces, todo para ti muy pronto  habrá terminado”.  


Al oír esto sentí una extraña sensación. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, y vi, a través de sus ojos, veintisiete años del recorrido futuro de mi existencia, y en ellos, muchos acontecimientos que además, fueron minuciosamente descritos por ella en ese momento con una anticipada e inexplicable exactitud. Esto lo se, lo puedo asegurar, aunque mi consulta hasta ese momento todavía no hubiese terminado. Nunca terminó.    


El reloj de pared en la salita en donde aparecieron  flotando sobre esas cartas tratando de encajarse las piezas de mi suerte, aún todavía  hoy, señala las seis y treinta de esa misma tarde porque el tiempo no ha transcurrido desde el momento en que mi vida se extendió sobre el abanico traslapado de ese naipe del destino, y esto que estoy contando lo hago desde un tiempo indefinido en donde todo lo anunciado, simultáneamente ya se habria cumplido. 


En donde todo lo que ella predijo como si  lo hubiera vivido, ya habria pasado.  Era Susana Elinger. Y de verdad que era tan buena, ¡era la mejor!, que el tiempo en su presencia, todos los tiempos, se alineaban como uno solo, con la sola sentencia de su palabra, una espacie de OM primordial en donde todo lo de una vida de manera fácil era predecible, y si uno no lo desviaba, seguramente todo podría estar ya inexorablemente predestinado.   


Un día, muchísimo tiempo después, exactamente el fin de semana pasado en “El Cielo” en la zona G de Bogotá, me la volví a encontrar. Y al verme me preguntó: ¿Aja Rafa y para cuando esas “Ruedas del Tiempo”, tu libro?  ¿Como sabes de eso? Le pregunté ingenuamente. ¡Lo se!. Me contestó. ¡Acuérdate!.. Yo también viajé hace ratos, por esos mismos rumbos del tiempo con todos ustedes...


Rodolfo LLinás, el famoso neurocientifico Colombiano, asegura en su libro “El Cerebro y el Mito del Yo”, (tal vez el libro mas leído en el mundo de la ciencia, tanto por legos como por entendidos, después de la “Breve Historia del Tiempo” de Stephen W. Hawking, o el “Principia Matemática” de Isaac Newton) que la mayor capacidad natural que tiene el cerebro humano, es la de predecir los acontecimientos del futuro. Asegura que eso le ha proveído a la especie humana de su natural capacidad de supervivencia en el tiempo, y su propia evolución.  


El cerebro, esa finísima y avanzada maquina biológica de construcción e interpretación del reflejo de la luz, de la energía vibraciónal que define la realidad, traducida en colores y formas aparentemente tridimensionales, pareciera no haber encontrado todavía la ultima frontera genética de la enorme capacidad cognitiva que se requeriría,  para abarcar no solo el tiempo pasado y el presente, sino hasta un lejano, incierto y aparentemente impredecible futuro. Y no lo ha hecho porque no a podido atravesar ni entender todavía las veladas entretelas de la cuarta coordenada del espacio tiempo, o cuarta dimensión. No ha podido comprender todavía la No linealidad del Tiempo. Ni siquiera eso.


En el entendido de que la Física Teórica, ya matemática y conceptualmente ha demostrado hace tiempos, que en el Universo conocido subyacen once dimensiones del espacio tiempo, se entendería que es mucho el trecho medido en miles de años de evolución que nos harían falta, para tener una comprensión vivencial completa de nuestro entorno espacio temporal y de nuestro Universo. Y si se quiere, de Dios mismo, cualquiera que de este fuese hasta ahora su concepción, con la seguridad anticipada de que de pronto  sería tan simple, tan obvia, como que no iría mas allá de nuestro propio entorno vital. 


Del nuestro, como seres cada vez más autorreferentes y conscientes. De aquel descrito de manera iluminada y en la precisión de unas pocas palabras, como resumen de una sabiduría milenaria engastada como diamantes en los versos de las conversaciones entre Krisna y Arjuna consignados hace más de dos mil quinientos años en el Bhagavad-Gità ese libro sagrado de la cultura Védica, que habla de aquel  “creador, que después de crear, se introduce en su propia creación”, dándole así comprensión y aire de eternidad por su concepción de perpetuo retorno, a los tiempos unívocos de la creación misma.


Por lo pronto, esos conceptos de supervivencia y evolución de LLinas, sobre los que cabalgan su visión de una de las funciones más importantes del cerebro, y quizás la única vitalmente necesaria, estarían cada vez más cerca de estar científicamente convalidados, con la aparición cada vez más creciente, de esos seres “diferentes” que como los escapados de un pelotón de ciclistas por su mayor y más marcada capacidad cerebral para avizorar completos los estados del tiempo, nos van marcando  sin ninguna duda la punta de lanza evolutiva de la espacie humana. 


Humanos, de cerebro  iluminado como Susana Elinger, como los Mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta, como los Lamas del Tíbet; los Chamanes y Taitas Indoamericanos; las Pitonisas del oráculo de Delfos en la antigua Grecia; los Druidas y Celtas; los Sufíes del Medio Oriente; por supuesto las mujeres sensibles y sabias que con su natural intuición desbaratan cualquier razonamiento; los niños Índigos y Cristal; los incomprendidos Asperger; tambien obviamente todos los del lado oscuro: Los Babalaos y Orishas, que descifran en caracoles tirados aparentemente al azar, el ritmo de la suerte en el Ifá; los Nigromantes; los practicantes de Vudú y su increíble vivencia empírica del “entrelazamiento cuántico” con sus muñecos chuzados; las leedoras del destino en envejecidos naipes españoles y hasta las bellas y voluptuosas fumadoras de tabaco “arregla machos”, que en su lectura intuyen el destino y sacian cualquier necesidad sexual apremiante en los trasfondos infranqueables, si no se posee el sentido de su santo y seña, allá en los lares coloridos y bulliciosos de Pescaito y Maria Eugenia en Santa Marta, y que aparecen siempre todos, como fugaces luciérnagas iluminando puntos aquí y alla, en el oscuro, mas alejado e inimaginable fondo abisal del tiempo en el futuro, que al observarlo a través de los ojos de los poseedores de esos dones, nos dan la certeza inequívoca de una evolución creciente e irreversible de la raza humana. 


Y que si nos imaginásemos  por un momento su destino en un futuro muy, muy  alejado, seguramente tendríamos la certeza de poder tener en nuestras manos, las respuestas finales a aquellas trascendentales preguntas existenciales que han marcado durante cientos de años la ruta de todos los buscadores de la verdad: Quiénes realmente somos. De dónde venimos. Y para dónde vamos..


Y que si le pidiéramos a Susana Elinger que nos mostrara una carta de su Tarot de Marsella, que definiera el futuro de la raza humana, seguramente  pondría sobre la mesa sin dudarlo, la del Arcano 17: La esperanza. La de la Estrella de la Esperanza.


El Arcano 17. El numero cósmico de la esperanza y de la fe. Símbolo de la armonía  y el equilibrio.  Un camino despejado de esperanza que signaría sin lugar a dudas el destino final  de la humanidad..


¡Esperanza es la que hay!…


Villa de Leyva, 26 días después del solsticio de verano..


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