FLORENCE (Fragmento)

 FLORENCE..

(Fragmento)


Por: Rafael Gómez Llinás 


..Se sabria con certeza por aquellas epocas que por los lados de la vecindad de “Los Manguitos”, un barrio marginal asentado por los rumbos orientales del mercado público de la población, vivirian unas Brujas que “volaban” desde siempre por las regiones de los sueños lúcidos, lo que llamaran en algunos círculos de entendidos la cuarta coordenada del espacio tiempo o “Mundo Astral”. Y que en el curso de las vivencias concientes de esos sueños, le sacaran verdades escondidas, recónditos secretos e intenciones ocultas a los maridos infieles, para decircelas claro está con algunas exageraciones y una previa y generosa donación para las animas por supuesto, a las esposas despechadas y por igual, a las concubinas no menos prevenidas.

¡En el astral nadie miente!, decían sonreídas las brujas voladoras. ¡Eso es pan comido!, decían..

¡Simplemente tomamos conciencia durante el sueño, de que éste no es la realidad!...  ¡Que solo se trata de un tránsito por las entretelas del espacio de los sueños o mundo astral!, decían..

¡Y con la certeza de que lo que vivimos como real no seria sino un sueño, cualquier averiguación que se quiera hacer allí en esa dimensión, fácil se hará!. 

¡Y allí podemos volar!  ¡Y a cualquier sitio al que queramos ir por lejano que sea, en un abrir y cerrar de ojos iremos!, lo aseveraban las brujas con un entusiasmado convencimiento.

¡Y verán!, decían, ¡que ciertamente podemos cambiar a voluntad el desarrollo del mismo sueño!...  ¡e incluso averiguar y ya a sabiendas y a conveniencia, anticipar los sucesos o cambiar el curso del destino!. 

¡Y en serio!, ¡cualquier pregunta proferida a alguien en ese mundo de los sueños será respondida siempre, siempre, con la verdad!.. 

¡Allí conocemos fácilmente las intenciones y las acciones de las personas! ¡Y la verdad, desciframos sin engaños hasta el más oculto de sus secretos!..

Todo esto también lo explicaria de sobra el maestro Alfred D’Saint Chezcott a sus discípulos, para mostrarles un ejemplo didáctico de lo seria una salida "conciente" hacia la cuarta coordenada espacio temporal, ese evanescente mundo de los sueños o del Astral, y también de manera muy simple, practica y con mucha seguridad, lo afirmarian esas “brujas voladoras” de acuerdo con las explicaciones  que hicieran de sus artes y de las enseñanzas sobre habilidades magicas, sortilegios, "trabajos", amarres y desamarres, recibidas de las Santeras, las practicantes de Vudú y las adoradoras del Palo Mayombé llegadas a estos rumbos navegando a barlovento desde las islas de Martinica, Trinidad, Saint Martin, Dominica, Santa Lucia y Barbados, sobrepases y escalas marítimas obligadas de los buques bananeros de la United Fruit Company, que con el tiempo se irían quedando y asentando poco a poco en la vecindad del puerto por los lados de los playones de Pescaito, San Martín y del Boro, y junto con algunos pintorescos “Yumecas”(1) se ganaban una parte de la vida en su diario y siempre sonriente recorrido por el centro de la ciudad, visitando y ofreciendo a su clientela potecitos de petit poit; de pâté de foit; frasquitos de caviar ruso; enormes quesos Holandeses; olorosos frascos de agua de colonia María Farina; espirituosas botellas de añejados vinos Franceses, brandy Hennesy, whisky Buchanan's, Old Párr y Robertico, sacados furtivamente de los barcos mercantes que llegaran hasta aquí de paso por esas Antillas de sus orígenes de las que afortunadamente, jamás pudieron ni quisieron destetarse.

Las añoranzas y los recuerdos de su tierra, aunque ya tenues y desleídos en el tiempo, mantendrían a estos pasajeros del vaivén de las corrientes y de la vida en el caribe, atados por siempre a la ilusión de un retorno triunfante a esas sus islas. Y con el arribo de esas embarcaciones mercantes a este puerto, respirarían la tranquilidad y la certeza de la permanencia de estas todavía en la misma latitud y longitud oceánica en las que las habrían dejado, desde el día ya lejano en que las abandonaran.

Entremezclados con el sonido grave de las sirenas de buques y vapores, sus oídos musicales registrarían muchas veces claros mensajes sobre el discurrir de la vida y los aconteceres en su tierra, y en las figuritas del encostrado marino sobre la línea de flotación de sus cascos, creían leer novedades y noticias sobre la cotidianidad de sus gentes, de sus parientes, amigos y paisanos. 

Y esperarlos a diario con paciencia en la punta del muelle, les mantendrían muy viva la esperanza de recibir tal vez, recados, cartas y encomiendas; de ver ojalá alguna cara conocida o de sentir con su presencia como si fuera el único vínculo que les quedara con ellas, los sonidos, los aires, los colores y sabores casi olvidados de esos pequeños lunares de tierra perdidos en medio del Caribe de sus orígenes, añoranzas y sus amores. 

Otra parte de esa vida de destinos trastocados, también se la ganaban esas mujeres Antillanas en esta tierra firme como conocedoras de ese neblinoso mundo astral y de los secretos telúricos de María Lionza, haciendo composturas para curar el mal de ojo, descubriendo traiciones y engaños, enderezando dudosas intenciones, reparando enamoramientos resquebrajados, restituyendo amores perdidos y muchas veces, atrayendo para otros con mucha certeza, a la diosa de la buena fortuna. 

Y con la lectura de las cartas del naipe español y en la flama violeta con mucha precisión, también avizoraban el futuro de los particulares con sus artes adivinatorias y de nigromancia importadas de contrabando desde ese multicolor rosario de islas de Barlovento. 

Algunas otras de esas negronas enormes, lustrosas, olorosas a mar y tulipanes, también se la ganaban con otras prodigiosas artes. Felices se la ganaban en casas de placer ubicadas a lado y lado en la calle de las Piedras: Una ancha y legendaria calle que desembocaba franca en el muelle de cabotaje de la bahía, en el "Ancón", en donde atracaban las goletas y cayucos que venían de la Guajira, las embarcaciones menores y mayores de los cuatro rumbos de la rosa de los vientos, y de paso también, los buques y vapores mercantes de los mares de altura, que arribaran al puerto de calado profundo atiborrados de lozas de mármol de Carrara, muebles finos, maquinas complejas, ropas y calzados a la moda, un sinnúmero de artilugios y baratijas de toda índole, cajas de licores de añejamento superior, enlatados, y una gran variedad de paquetes de dulces y encurtidos traídos como lastre para cruzar con tranquilidad el océano Atlántico, y regresar por la misma vía repletos de cajas de bananos, hilvanando con sus idas, venidas y retornos, una trama y una urdimbre con un hilo fuerte de ilusiones, que amarraría a Europa para siempre con las noticias de la bonanza económica y la pirotecnia de dólares quemados en mazos imitando velones en las ruedas de las cumbiambas callejeras, o en los interminables bailes del Cucambá y los sones Sandungueros en las empalizadas de negros y mulatos rodeadas de fritangas en los extramuros de Pescaito, que al son de las tamboras hembra y macho, las congas, los timbales, el guacho y el cencerro, retumbaran en estas pérdidas latitudes en plena y floreciente época de los inventos y de los avances de ese ya anciano continente, con su palpitar expansivo y colonial oxigenado por la ambición del dinero rápido y fácil, que atraído como un imán por esas inquietantes novedades, se desbordaría creciente hasta aquí en una corriente incesante de soñadores, de buscadores de fortuna, de comerciantes serios y otros bien tramposos, de rebuscadores, de timadores, de farsantes disfrazados de Archiduques y de inventores de nuevas formas para fabricar felicidad, entre los que se destacaran por su exquisita sensualidad y de sobra, las muy bellas y atrayentes ”madeimoselle”: Aquellas inefables, voluptuosas y coloreteadas mujeres conocedoras y consumadas practicantes de las artes para proporcionar la mayor de las felicidades, que vinieran con pasaje sin regreso de las más famosas “maison de tolérance” de Francia, movidas por la ansiedad de probar su suerte y conseguir fortuna con el calor febril del oscuro fondo de su entrepierna, como sobradamente también lo hiciera Florence: La más bella y provocativa de las “Madeimoselles” Francesas de la que se tenga historia en todo este territorio.

Una historia, la verdadera historia, que no comenzaría en ninguna de las innumerables noches de concupiscencia y placer comprado y de felicidad fingida, sino cuándo Florence finalmente sucumbiera ante la frescura de los aires y la electricidad vital del amor, aquella tarde de un dia de primavera en la que apareciera el negro Acasio Miguel para cuadrar las descuadernadas cuentas del bar en el cumplimiento de sus funciones como auxiliar de contabilidad, y de golpe se encontrara con ella de frente y para siempre, en el salon de baile del burdel.

Un amor que cambiaría su destino, y un destino que esperaría tal vez incontables vidas agazapado en el tiempo mientras apareciera por fin ese ingrediente, el de ese inmenso amor de ambos que faltaba, no solamente para cambiar para siempre el curso de la vida de ellos con los acontecimientos que se desencadenarían a partir de ese encuentro, sino también el de las gentes de todas estas tierras.

Y seria tan largo el aliento y tan suficiente la carga de su energia, que a pesar de los muchísimos años que habrían pasado, todavía aún hoy tendría presencia como un componente oculto pero decisivo desde aquellos inicios y hasta ahora, en la composición del complejo, multicolor y muchas veces accidentado mosaico de la vida republicana de toda esta nación..

Ya veremos...


Sharamatuna, ya en las proximidades del equinoccio de otoño del 2023..



(1). "Yumecas": Así llamaban a los oriundos de Jamaica y por extensión a todos los Antillanos que arribaran por esas epocas a Sharamatuna..

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