Florence y la masacre de las Bananeras

 Florence y la masacre de las Bananeras 

Por: Rafael Gomez Llinás.



El  6 de diciembre de este año del 2023, se cumplieron 95 años de la masacre de las bananeras. Y como en estas tierras del olvido la realidad siempre supera a la fantasía y a la más demente imaginación, con un cambio de tercio haré una interpretación de este suceso con otra “posible” realidad de estos hechos…   


…A Florence, una mujer fina, culta, de noble cuna, educada en los mejores planteles educativos de Suiza y lectora incansable de los clásicos franceses, unas disparatadas circunstancias la llevarían a recalar en estas tierras benditas, como parte de una alegre avanzada de puteria capitaneada por la famosa Madame Papindó.

Ya ejerciendo su nueva “profesión”, para capear el calor en muchas nochecitas de verano, Florence se sentaba en un taburete recostado en el portal del primoroso y como de mentiras burdel de la Madame Papindó, permanentemente iluminado por la luz mortecina de un incansable farolito rojo, mientras suspiraba y desfallecía como lo hiciera esta vez, en el tremendal de las calenturas de sus más íntimas pasiones afortunadamente ahora saciadas por Acasio Miguel, en esa como de ahora en adelante, en muchas otras bellas tardes y noches de gozos interminables y profundos. 

Se reía a carcajadas y suspiraba Florence, recordando con una sonrisita pícara, sus cabellos dorados al desgaire, las manos cruzadas en el pecho y los hombros encogidos tiernamente, las interminables y escandalosas faenas amatorias que desde esa vez y para siempre, le hiciera su amante, el negro Acacio Miguel: un joven mestizo, espigado, de boca azucarada, al que ella con mucha diligencia enseñó a besar. Que le enseñó más bien, “en donde” y “como” besar. Dueño, además, de una extraña sensualidad y de una energía en sus manos que electrocutaba a toda mujer que tocara con ellas, que empezaría a visitarla los fines de semana de sábado a lunes, y que hacía ver el vigor y las proporciones físicas de Jean Pierre su novio abandonado por ella en Francia, como un suspiro de mariposa y como un amante baboso e incompleto. 

Habiendo descubierto su justa medida, su sosiego, y más su exacta correspondencia y equilibrio emocional, no desperdiciaba ningún día que pudiera para mandarle a Acacio Miguel, bellos recados escritos en primorosas esquelas acompañadas con pañuelitos de lino perfumados con finísimas fragancias Francesas, mensajes y piropos de viva voz con los empleados de la compañía que pasaban a visitar a las otras Madeimoselles, en los que le transmitía aunque fuese de lejos, el calor de su cuerpo y de su alma, siempre dispuestos solo para él.   

La inusual belleza y la condición de hembra sabia de Florence, la había coronado como una de las Madeimoselles más solicitadas de la “Calle de las Piedras”. Probablemente la más apetecida. Y era tal el volumen de su demanda entre los hombres, que, para acceder a un rato o una noche de placer con ella, había que rogarle y repagarle a la Papindó una cita con meses de anticipación y encima pasarle coimas y propinas por debajo de la mesa a la “florecita”, el barman y proxeneta principal de la casa, para asegurar el cupo. 

Ahora ya perdidamente enamorada, empezaría a rechazar hombres como si estuviera espantando moscas. Su decisión irrevocable de no acostarse con ninguno que no fuera Acacio Miguel, creó un gran conflicto laboral provocado por los obreros y empleados de la United Fruit Company que se negaron a volver a trabajar, en protesta por la negativa de las complacencias de Florence, lo que obligo a las directivas de la compañía a traer de los Estados Unidos un “contingente de noventa y nueve mujeres Texanas: jóvenes, tetonas, rubias, hermosas, voluptuosas, voraces y sonrientes,” según consta en el historial de los manifiestos y planillas de los empleados inmigrantes de la United, para ofrecerlas gratuitas durante tres meses y medio entre todos los obreros, operarios y empleados. Solo así se aliviaría un poco la tensión y la desesperación por la ausencia de Florence, y se reanudarían las  actividades  laborales. 

Algunos historiadores muy serios aseguran que esa fue la semilla de la sindicalización de los obreros de la compañía y el primer atisbo del desmorone de la United que años más tarde abandonaría la explotación bananera en la región por la presión de los obreros, que descubrieron a partir de ese curioso incidente, la fuerza que genera la unión y la protesta.   

Ante la negativa definitiva de Florence y la posterior partida de las Texanas tetonas de remplazo, empezarían a reclamar constantemente el cambio de sus pésimas y mezquinas condiciones laborales, no sin antes como último recurso y para contrarrestar ese supuesto saboteo, la United Fruit Company antes de partir derrotada tratara sin lograrlo, de acallarlos con muchos actos represivos, con desaparición de líderes sindicales, intimidación de personas, amenazas de muerte, desplazamientos de familias enteras y por último, con la monstruosa masacre de casi dos mil trabajadores de las plantaciones entre los que se contaran también mujeres y niños, ejecutada por un gobierno criminal y cómplice que actuaria a su servicio como verdugo, en una encerrona en la plaza de la estación ferroviaria de Ciénaga a la que fueron llevados con engañifas y falsas promesas para ser asesinados a mansalva con ráfagas de metralla de veintisiete minutos de duración, cuyo aterrador tableteo seria borrado para siempre de la memoria decían esos mismos historiadores, desapareciendo registros históricos, quemando anotaciones notariales, censurando comentarios verbales y escritos, acallando murmuraciones de café junto con el olvido familiar de todos los muertos y su destierro permanente del recuerdo de los pobladores para evitar posteriores reclamaciones y demandas, con los efectos amnésicos de una extraña solución traída en secreto de Wisconsin, y filtrada  lentamente en el agua. 

Esos mismos historiadores sostenían, por investigaciones y registros encontrados en algunas empolvadas y refundidas declaraciones escritas hechas por algunos ocultos actores de ese incidente, que en últimas ellos se hubieran conformado con la presencia permanente de las tetonas Texanas de remplazo que por cierto añoraban con quedarse, pagadas por cuenta de la compañía. Hasta le habrían propuesto posteriormente a la United por lo costosa en el tiempo de esta solución, la creación de un modesto subsidio y el pago del excedente por ellos mismos como parte de un adelanto fraccionado de sus cesantías a través de una caja de compensación. Y que eso les hubiera traído por lo menos algo de alegría y un poco de placer a sus sufridas vidas, y seguramente habrían retirado la mayoría de sus reclamaciones conformándose con las pobres condiciones laborales existentes, evitado así, huelgas, desmanes, represiones y masacres. Eso, aseguraban ellos en esos registros, hubiera sido más sensato, humano y de muy fácil aceptación.    

Esa temeraria decisión de no atender a ningún otro que no fuera Acacio Miguel puso a Florence en la difícil situación de no ganar dinero para su diario vivir. Afortunadamente alguien le sugirió que fuese donde Cándido Vergara un hombre sabio y experto en las artes adivinatorias con la lectura del Tarot Egipcio, para que le enseñara a descifrarlo y así pudiera ganarse la vida. Que intentara conseguir, aunque fuese una mínima parte de lo que ya no se ganaba con el calor febril de su entrepierna cuyo apetitoso, oscuro y húmedo tesoro escondido al final de su recorrido, estaba ahora guardado con doble cerrojo y candado provistos de unas intrincadas claves y llaves dispuestas por el arte y la magia del amor, solamente para abrírseles de inmediato al negro Acacio Miguel. 

Y así lo hizo. Y fue tal su interés que no tardaria mucho en volverse famosa por sus dones de pitonisa y sus grandes aciertos, cuya fama terminaría regándose como verdolaga por fuera de los linderos de la Calle de las Piedras. Le leía las cartas a todo el mundo. Le leía las cartas a las Madeimoselles del burdel de la Madame Papindó y a las de las otras casas. Se las leía a muchos de los hombres que las visitaban y también a sus esposas inconformes por las ausencia y faltas de sus maridos que preferían estar con las Madeimoselles, las que a su vez le soplaban a Florence entre risas y burlas para guiar sus aciertos, todas las mañas, las medidas, los gustos y las infidencias de sus clientes que borrachos y sin control, hablaban más de la cuenta de sus intimidades, de sus amores, desamores, de sus aspiraciones y de sus buenos y malos negocios. 

Las esposas despechadas también eran atraídas a la lectura de su destino por la curiosidad de saber los secretos de sus maridos y hasta de sus amantes ocultos, pero más para aprender disimuladamente de las Madeimoselles las refinadas prácticas del amor y las mañas, para agarrar por dentro de la pretina y así dominar a sus dislocados maridos.  

Ya por esas épocas Florence había penetrado mucho el círculo de los directivos sindicales de la United Fruit Company, aprovechando que todos sin excepción habían sido prodigados con sus favores de verija, uno que otro era ahora su cliente en la lectura del tarot egipcio, y todos sin excepción, eran grandes admiradores de su vasta cultura y su gran inteligencia. Asistía entonces como invitada excepcional a algunas de sus tenidas para tomar tinto con ellos en el café Tulita donde se armaban largos conversatorios sobre temas laborales, filosóficos, literarios y políticos. 

Libertarios por talante, renegaban de la férrea hegemonía conservadora en el poder de la nación y del contubernio de miedo que tenían con la iglesia católica y sus curas inquisidores, que desde el púlpito acusaban y sentenciaban a una persecución segura cuando menos, a disidentes, liberales, sindicalistas y masones. Y recientemente inconformes, volaban en cuadro alrededor de la permanencia de la United Fruit Company que abusaba a su antojo de las condiciones laborales de sus trabajadores corrompiendo autoridades para obtener utilidades a ultranza, con la complacencia mercenaria del alto gobierno. Había que hacer algo, decían algunos. Hay que sabotearlos opinaban otros. Mejor hay que sacarlos a plomo limpio pedían no pocos. Ellos conspiradores de alma, hacían siempre elaborados modelos teóricos de sabotaje físico y político para deshacerse de la United en reuniones discretas que hacían en el café Tulita.   

Aquella mañana del 4 de diciembre de 1928, Raúl Eduardo Mahecha, Erasmo Coronell, Pedro del Rio, Bernardino Guerrero y Nicanor Serrano, habían estado debatiendo sobre el destino de la huelga que había estallado desde el 28 de noviembre. Eran los lideres de los trabajadores de la United y habían ordenado a los huelguistas reunirse en la plaza de la estación de Ciénaga al día siguiente, para acudir a una convocatoria del gobierno de Miguel Abadía Méndez con la promesa de la asistencia del Gobernador del Magdalena, para encontrarle al conflicto una solución. Esto era un alivio para los huelguistas que no habían recibido del gobierno sino desprecios y amenazas, y de la United ninguna clase de respuesta. Estaba decidido. Acudirían a la estación. Y ni las advertencias de Florence a Raúl Eduardo Mahecha a quien la lectura del tarot le marcaba en las cartas mayores, caída y destrucción con la aparición repetitiva de la carta 16 de “la torre fulminada” o de la "Fragilidad", y del aviso de peligro que le hiciera a Erasmo Coronell a quien le salieran muchos “enemigos ocultos al acecho” con  la carta 18 o del “Crepúsculo”, los pudo persuadir.

Esa misma noche, ya tarde, una de las Madeimoselles de la casa se le acercó y le dijo: ¡Florence escucha! ¡Acabo de despachar liviano al señor gobernador! ¡Está borracho y me dijo que ya no iría a Ciénaga ni hoy ni mañana ni nunca! Que se había devuelto de la estación ferroviaria de Pozos Colorados porque unos prestantes señores Cienagueros dueños de fincas con intereses en la United que lo interceptaran allí, le habían dicho con engaño que lo de la huelga ya se había resuelto.  ¡pero que él después había descubierto que sí se iría a realizar esa concentración de los huelguistas. ¡Pero que eso era una farsa urdida por el gobierno para llevarlos a la plaza ferroviaria de Ciénaga y obligarlos después a plomo limpio si fuese necesario, a disolver la protesta! ¡Me dijo además que el presidente Abadía Méndez se habría plegado a los Estados Unidos porque lo amenazaron con intervenir militarmente a Colombia si no solucionada como fuera la huelga y se aseguraran por encima de todo los intereses de la United, que además eran los mismos intereses del gobierno americano!  ¡Diles a tus amigos que no vayan allá!  ¡Que eso es una encerrona! 

Florence sentiría un raro estremecimiento. Sin responderle siquiera se encerró en sus aposentos y rápidamente sacaría las cartas de su Tarot. Les pediría a los maestros de la Logia Blanca que la guiaran y le preguntaría a la sábana del destino en ese Tarot, sobre el desenlace de la huelga de los trabajadores de las bananeras. Sacaría una sola carta y al voltearla, aparecería ante sus ojos el fatídico numero 13: ¡La muerte! Diría Florence para sí aguantando la respiración. Ya no albergaba ninguna duda de lo que iba a suceder y esa noche no pudo conciliar el sueño. 

La mañana del 5 de diciembre, Florence trataría de enviarle una advertencia con un mensajero a Raúl Eduardo Mahecha, pero habían cancelado la salida del tren hacia la zona bananera. Fue a la plaza a contratar un carro para ir ella misma y nadie quiso llevarla. Buscó un transporte público e igual estaban suspendidos los viajes. Hasta la oficina del telégrafo estaba cerrada. Todos tenían la sensación de que algo muy malo iba a suceder en Ciénaga ese día y nadie quería ir. Florence se daría cuenta de inmediato que las cartas no se equivocaban y que la suerte estaba echada. Y que el destino ya marcado por la fatalidad seguiría  inexorable su curso. 

Triste, impotente, asustada por todo esto, se encerraría en sus aposentos y no saldría ni siquiera a la hora del almuerzo. Así, en esa zozobra, muy preocupada pasó la tarde, y ya en la noche no podría conciliar el sueño.  A la una y treinta de la madrugada de ese 6 de diciembre de 1928, sintió que algo le apretaba el corazón en el lugar más recóndito de sus sentimientos y comprendió que ya todo había sucedido.

Rápidamente extendió el Tarot, y sobre la carta número 13 o de “la Muerte” que no dejaba de estar siempre presente, logro ver claramente la mano del verdugo, el infame general conservador Carlos Cortes Vargas, cuando de repente daba la orden de disparar. 

Sintió sobre su corazón el pulso del tableteo aterrador de la metralla, al tiempo que se remontaba más de veinte generaciones en el pasado hasta ver aparecer como flotando sobre las figuritas de colores de las cartas del Tarot, otra vez el galope pavoroso, destructor, de aquellos hombres desconocidos, metálicos, montados sobre bestias nunca vistas, con varas que retumbaban más alto que el trueno y hojas brillantes como el sol que cegaban de un tajo en nombre de la corona y de la cruz, la vida, el pensamiento y las ideas, en aquel “primer encuentro”. 

Y luego vería como esa caravana de la muerte se iría transformando, como un camaleón infernal, en la interminable hilera de un “tren con cientos de vagones que partió ese día amparado por la complicidad de la noche de la estación de Ciénaga, con miles de cadáveres de los trabajadores de las bananeras para arrojarlos al mar”. 

Después, vería en esas cartas como desfilaban ante sus ojos, cientos de masacres y asesinatos selectivos y de una guerra sin final; el bombardeo estúpido ordenado por un presidente beodo y reaccionario sobre setenta y dos familias insurgentes que lo único que pedían era tener una vida digna y una oportunidad sobre la tierra, cuya consecuencia sería una guerra cruel que duraría más de sesenta años; el despojo de tierras y el desplazamiento a sangre y fuego de casi ocho millones de campesinos indefensos perpetrado por ejércitos mercenarios con la complicidad y beneplácito de un gobierno al servicio de terratenientes y empresarios ambiciosos y corruptos; la desaparición de todo un partido político porque los asesinaron uno a uno en un numero de cinco mil; la ejecución de lideres progresistas y los crímenes casi seguidos de varios candidatos presidenciales de una misma o parecida estirpe política; la ignominia del fusilamiento para justificar unos resultados en una guerra que nunca irían a ganar, de más de seis mil cuatrocientos dos jóvenes inocentes que lo único que anhelaban era trabajar; el domino de una elite reaccionaria, excluyente, egoísta, voraz, aurívora, con una concepción feudal y patrimonial de la patria, y a toda una clase política corrupta hasta la medula que solo pensaban en su propio beneficio. 

Vería incrédula a un país, único en el mundo, en el que una mayoría por ignorancia supina o carencia absoluta de  empatía social, y algunos otros por la perversa conveniencia de perpetuar una guerra inútil para mantenerse en el poder y eternizar su corrupción, estarían en contra de lograr una paz que tanto necesitaban y por primera vez en su vida, sentiría mucho miedo y la triste sensación de estar en un lugar que no le correspondía. Quiso entonces salir corriendo hasta el muelle para tomar el primer barco de ocasión que la llevara de vuelta a Marsella, e irse luego por esa vía hasta Saint Remy D’Provence su pueblo natal en Francia, para acunarse en el regazo de su madre, pedir perdón, y llorar durante varios días… 

De pronto así lo hizo…   


Sharamatuna, ya cerca del solsticio de invierno del 2023, 95 años y unos días después.

Adenda: Les deseo a todos una feliz navidad y un prospero año de 2024. A finales de enero, nos volveremos a ver.

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