El Milagro
El Milagro.
Por: Rafael Gómez Llinás
La percepción de tiempo, espacio y desarrollo de la realidad es ilusoria. Y lo es, porque ninguna de estas variables necesariamente asociadas con ese fin, la muestran completa. Nunca la ecuación completa de ella se “ve” como es. Esa percepción de la realidad además de ser individual, se ejerce desde el sitial limitado y relativo de la separación aparente y empañada por los defectos y lastres del Ego.
Y porque el tiempo, su enigmática referencia en la consciencia, pareciera una red que la va atrapando a pedazos en momentos sucesivos y lineales, como lo sentenciara en su libro "El cerebro y el mito del YO", el neurocientífico Rodolfo Llinás: "la realidad, es la suma de los pedazos del tiempo". Definida, además, por la secuencia espacial solo de las tres escasas dimensiones que puede percibir el cerebro humano: Esa máquina de interpretación de la realidad y del aparente paso del tiempo, que percibe y registra en la memoria, solo esas limitadas dimensiones.
En la certeza de que el universo, ese gran marco de la realidad está determinado más allá de esas limitaciones por once dimensiones del espacio tiempo tal como lo ha demostrado la física, y que el Tiempo, esa red que se extiende inscrita en su totalidad en la sabana de la consciencia como UNO solo, se percibe apenas como una coordenada, un punto, que encaja de manera sucesiva solo pequeños pedazos de la realidad, como si fuese la luz de una lámpara que muestra lo que va enfocando en su recorrido en una sola dirección dentro de un cuarto totalmente oscuro que se extiende sin límites espaciales, con un suelo lleno de resaltos, zonas grises y otras partes planas y colmadas de brillo que la compondrían, pero que de ninguna manera se verían en su totalidad porque es claro entender que su mayor parte se hallaría tal vez oculta para siempre en la oscuridad que colma ese espacio del que solo percibiríamos lo que iría alumbrando la luz de esa lámpara, que no sería otra cosa distinta que el punto de encaje y enfoque de la mente cuando se mueve linealmente y por partes, en el carril de esa ilusión temporal de presente, pasado y futuro sobre sucesivas y pequeñísimas partes que irían apareciendo de ella, con la luz de la atención de la mente.
O sea, que la realidad, no es solo la que percibimos en el transcurso del tiempo, sino que serían múltiples estados moviéndose simultáneamente en diferentes tiempos y en infinitas direcciones espaciales al interior de universos paralelos, superpuestos, entrelazados, multiversos ubicados en dimensiones vibracionales distintas, y tal vez muy diferentes al que referenciamos desde nuestra posición de observadores espacio-temporales, condicionada a nuestro incompleto nivel de conciencia y así de la limitada agudeza de nuestra percepción cognitiva. Y que finalmente, todo seria tal como con certeza lo predijera el poeta Paul Éluard: “hay otros mundos, pero están en este”.
Y, que, para acceder a la luminosidad de esos otros mundos escondidos de Éluard, sólo se necesitaría para su atracción, de aquella bíblica pizca de “Fe del tamaño de un grano de mostaza” y de la fuerza del amor de la mano con la compasión.
Y el resultado, sería una acción remota e improbable a la que llamaríamos Milagro, que, por definición, es un “suceso extraordinario y maravilloso, que no puede explicarse”
El milagro, es entonces, un suceso improbable que sucede generalmente en situaciones absolutamente lejanas y adversas, que se dan cuando un salto cualitativo del pensamiento llevado por un golpe de fe absoluta, libera a la Energía de las ataduras del condicionamiento cuántico de la llamada “Libertad Asintótica” (1), propiedad de las partículas subatómicas que mantiene atadas y sin cambios la permanencia de la conformación de la materia, y que consecuentemente con esa liberación, se produce un giro dramático en la predictibilidad del destino.
Es decir que el milagro no es un hecho que surge de la nada. Ni quien interviene en él, lo hace de manera sobrenatural, o como un acto de magia o de brujería, ya que el suceso que se deriva de este al interior del llamado por la física, “Horizonte de sucesos de una singularidad”, "ES" desde siempre integral con ese campo unificado, trascendente y de todas las posibilidades que subyace al interior de una singularidad gravitacional, y que se asemeja por analogía al ejemplo de ese “cuarto oscuro” sin límites espaciales ni condicionamientos, que esconde la mayor parte de la realidad. Y que solo se necesita de la liberación del pensamiento con la potente fuerza de la fe, el amor y la compasión, para que el llamado milagro surja a la manifestación, se una a nuestra secuencia temporal y se haga parte de la bienaventuranza de nuestro destino.
Y que, de todas formas, aunque muy probablemente nunca aparezca en nuestra línea de tiempo, ¡ahí está! Solo que, si no lo atraemos o nos "movemos" hacia él con esa liberación de la fe, se quedará para siempre escondido y latente en ese “cuarto oscuro” en el que se oculta la mayor parte de la realidad.
Y entonces, todo seria tal como lo dijera el apóstol Pablo: " la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Es la esperanza en las cosas que no se ven, pero que son verdaderas"
Dadas estas explicaciones trataremos de recrear un mismo suceso con dos posibles realidades alternas y resultados totalmente opuestos del mismo.
Primera realidad alterna: El graznido de las gaviotas y el ruido de los chapuzones a gran velocidad de los alcatraces romperían el silencio del alba, dando paso a las primeras horas de la mañana. Los pescadores organizarían la faena de pesca, y desde el cayuco guía, tirarían frente a la isla de la Aguja su chinchorro. Después de un largo rato de espera, comenzarían a bracear desde la orilla los dos cabos guías, para traer su bolsa, con todos los peces que pudiesen haber atrapado.
Lo harían con movimientos acompasados y firmes, hasta que el chinchorro se descargara en la arena con el golpe rompiente de una ola, que, al retirarse, mostrara su contenido. ¡pero no había casi nada! El resultado fue nulo y la decepción aún mayor. Tiraron el chinchorro tres veces más, y el resultado cada vez sería peor. El desaliento fue tal que decidieron suspender las labores de pesca. Era evidente que una corriente contraria había alejado los cardúmenes de peces que habitualmente desfilaban al borde acantilado de la Isla, que se hundía como una muralla vertical en el océano.
¡Hoy definitivamente no habrá pesca!… ¡Que le vamos a hacer! Dijo Radha para sí. De pronto, una ola mucho más fuerte que todas, rompería contra la playa. Radha al verla, la interpretaría erróneamente como una negación del océano, y con desaliento daría media vuelta y les diría: ¡Magín, por favor, no insistan más! ¡Aquí no hay nada más que hacer! Y Magín, le respondió: ¡Así es! ¡No debemos insistir más!
Y Radha continuaría diciendo: ¡Magín volvamos a Taganga! Y volverían. Y ese día como cualquier otro en el que nada notable pasara tendría tan poca luz, que se perdería en un pasado depositado en cualquier oscuro rincón de la memoria. Y ella, nunca más, por no tener ningún motivo para hacerlo, regresaría por esos lares de Taganga. Con toda seguridad nunca volvió.
Radha al ver el golpe rompiente de esa ola más grande que todas, con desaliento le daría la espalda al océano y se retiraría sin entender el mensaje que le estaba dando en ese instante el Universo. Justo en ese momento, un descomunal cardumen de peces proveniente del nordeste habría desfilado muy cerca de la playa, y sin que nada pasara, se estrellaría contra los farallones hundidos de la Isla de la Aguja y seria lanzado en contracorriente hacia la amplitud el Caribe. Llegaría a una de las playas de la isla de la dominicana, en donde se haría parte de los sucesos de pescadores ajenos, y daría inicio a otros tiempos en otras realidades.
En esta línea alterna de la realidad, Radha presa de la negación y de una absoluta ausencia de compasión y de fe, no lograría encontrar y menos atraer y juntar en un mismo carril temporal, la necesidad de los pescadores con el milagro de la abundancia, y los hechos que se presentarían no podrían ser de otra manera.
Segunda realidad alterna: El graznido de las gaviotas y el ruido de los chapuzones a gran velocidad de los alcatraces romperían el silencio del alba, dando paso a las primeras horas de la mañana. Los pescadores organizarían la faena de pesca, y desde el cayuco guía, tirarían frente a la isla de la Aguja su chinchorro. Después de un largo rato de espera, comenzarían a bracear desde la orilla los dos cabos guías, con la aspiración de traer en su bolsa todos los peces que pudiesen haber atrapado.
Lo hicieron con movimientos acompasados y firmes hasta que el chinchorro se descargara en la arena con el golpe rompiente de una ola, que, al retirarse, mostraría su contenido. ¡casi no había nada! El resultado fue nulo y la decepción mayor. Tiraron el chinchorro tres veces más, y el resultado cada vez sería peor. El desaliento fue tal que decidieron suspender las labores de pesca. Era evidente que una corriente contraria había alejado los cardúmenes de peces que habitualmente desfilaban al borde acantilado de la isla que se hundía como una muralla vertical en el océano.
Radha con preocupación, veía el desaliento de los pescadores y cuando se enteró que no volverían a tirar el chinchorro, un sentimiento de compasión la embargó. ¡Tengo que ayudarlos! ¡No es justo que tanto esfuerzo no tenga alguna retribución! Dijo para sí. Se dirigió hacia “Magín” el líder de los pescadores y guiada por un repentino sentimiento de fe, le diría: ¡Magín esperen! ¡No recojan todavía los aparejos! ¡Esperen! Magín con escepticismo, hizo un gesto a los demás y estos se detuvieron. Radha se dirigió al borde de la playa y sin más preámbulos haría unos extraños movimientos con su mano derecha y pronunciaría unas ininteligibles palabras. Pereciera como si rezara o le hablara al mar.
Después permanecería un rato largo en silencio. Como en espera de una respuesta del Océano. De pronto, una ola mucho más fuerte que todas, rompería contra la playa. (era la misma ola mucho más grande que todas de la primera realidad alterna) Y Radha como si entendiera su mensaje, asentiría varias veces con la cabeza, daría media vuelta y les diría: ¡Ya el mar me escuchó, y me ha respondido! ¡Magín, por favor, prueben otra vez! A regañadientes, los pescadores tirarían nuevamente el chinchorro y luego lo jalarían con incredulidad. La bolsa se descargaría en la playa.
Y la sorpresa seria grande: ¡Venía repleta de peces! ¡Tírenlo otra vez! Dijo Radha. Lo hicieron y el resultado fue mucho mejor. El chinchorro sería tirado una y otra vez y siempre volvería repleto de peces. Tantos, que tuvieron que traer un convoy de cayucos que se devolvían a Taganga atiborrados con la pesca. Y ese día, sería siempre recordado como el de la multiplicación de los peces. Y cada año, habría hasta una misa de acción de gracias en honor a ese afortunado suceso, y de agradecimiento para aquella extraña mujer que realizó ese milagro, que como lo dicen los que conocieran esa historia, algún día no muy lejano regresará por los lares de Taganga. Y seguramente así será.
Radha en esta realidad alterna al ver el golpe rompiente de esa ola más grande que todas, sintió el mensaje del universo. Y llevada por un acto de compasión y por la fe, no desfalleció. Y así, lograría encajar en su realidad los tiempos de la necesidad, con los de la abundancia, en el llamado “milagro”: un suceso extraordinario y maravilloso, que aparentemente no tendría explicación.
Y también ese mismo día, como muchas cosas que sucedieron a partir de ese “milagro”, uno de los pescadores con su parte de las ganancias de esa pesca, podría pagar por fin la universidad de uno de sus hijos. Y con el tiempo, este se convertiría en un gran médico que salvaría muchas vidas. Esta sería como muchas otras, una de las tantas retribuciones de ese pequeño acto de fe de Radha, con la que se hilvanaría un hilo de acciones con efectos de buen Dharma, que tal vez se extendería exponencialmente e infinito en el tiempo.
Todo esto lo que nos estaría indicando, es que siempre hay que mantener absolutamente viva la fe y la esperanza y nunca desfallecer, para atraer a nuestra línea tiempo el llamado "Milagro” y entender que así, movido por la fuerza del amor, la compasión y sobre todo la fe, es cómo funciona el universo.
Sharamatuna, unos días después del solsticio de invierno del pasado año del 2023.
(1). - Libertad Asintótica: propiedad de las partículas subatómicas, que crea una extraña relación inversa en la agrupación de la materia. Entre más cerca se encuentre la partícula subatómica del protón, esta se mueve más libremente. Entre más lejos se encuentre, no es posible liberarse de su influencia gravitatoria cuántica, y así de su condicionamiento. Eso explicaría la razón del porqué, los cuerpos tienen una conformación permanente y movimientos físicos predecibles
Hermosa y ensoñadora conclusión: Mantener la fe, la esperanza y nunca desfallecer!! El universo en movimiento por el amor y la compasión.
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