Florence y la masacre de las bananeras. I (Fragmento)

Florence y la masacre de las bananeras.  I

(Fragmento)

Por. Rafael Gómez Llinás.



Aquella mañana, los minutos siguientes después de leer la nota del aviso del viaje que le llevó a sus  aposentos Jeanne Valentine su mucama de confianza, fueron de confusión. Caminaba de un lado a otro de su alcoba, restregándose las manos e implorando a Dios una luz para saber qué hacer.  ¿Me iré?...  ¿No me iré?… ¡Por dios que haré! decía Florence para sí.

El destino de Florence estuvo pendiendo al mismo tiempo de dos hilos. Pero al final la firme decisión de su partida hizo que empezara a disolverse el más débil de ellos, al  zarpar con la marea alta llena de ilusiones, aquella madrugada tranquila del Vieux Port de Marsella como pasajera del Ariadna, un barco de vapor de bandera liberiana comandado por un gigantesco capitán alemán, en  una alegre excursión de putería con destino sin regreso a las costas lejanas de Sharamatuna.  

Navegando hacia el poniente, habiendo sobrepasado el islote de Les Îles en el archipiélago de Frioul y ya en la mediana mar, recostada cerca de uno de los imbornales de la borda de estribor de la embarcación, le daba el último vistazo en su vida y un adiós a esa su tierra. Sabía con certeza en su corazón que nunca más volvería a ella. 

En la delgada línea costanera que se alejaba lentamente, veía  como se iban apagando una a una las luces que anunciaban la inminente  proximidad de la mañana, al mismo tiempo que con la luz creciente de la emoción y la incertidumbre de una vida en lo desconocido, sentía ella igual, como se apagaban en su alma con los últimos remordimientos de su huida, el recuerdo de sus amores perdidos y la añoranza de una vida fácil, rodeada de lujos, cómoda y familiar. 

También, sin saberlo Florence, se eclipsó con ellos totalmente y para siempre, la posibilidad intolerable  en el futuro,  de una vida colmada de tristezas y profundamente solitaria… 
 
Mientras todo esto sucedía y todo un mundo en la vida de Florence se alejaba y se esfumaba para siempre en el horizonte de la costa Marsellesa de Francia, acá en Sharamatuna se confabulaban al mismo tiempo unas mezquinas decisiones entre el alto gobierno, la United Fruit Company, y los señores de la tierra, que finalmente culminarían en una masacre de más de mil ochocientos trabajadores, un gran desastre que desterraría para siempre la hegemonía conservadora del poder en Colombia, sin que el gobierno liberal que lo sustituyera hiciera ninguna diferencia. 

De la United Fruit Company, este terrible hecho sería el comienzo de su declive sin retorno y de un desprestigio diferido que todavía hoy con todo el tiempo que ya ha pasado, no ha alcanzado para expiar sus culpas. Como tampoco ha sido suficiente para la redención de los herederos más merecidos de esta tierra, en tanto que la United se camuflara para desviar señalamientos y condenas, primero bajo la sigla parroquial y cercana de la "Compañía Frutera de Sevilla” que solo recogería sus sobras, y recientemente lo haría con la aparente inocencia del pérfido nombre de “Chiquita Brand”: un mismo diablo con diferente vestidura, que a su antojo expandió hacia otras regiones del norte de Colombia gran parte de sus plantaciones y exportaciones bananeras, a expensas del patrocinio y financiación de grupos paramilitares de exterminio para eliminar incomodos lideres sindicales, como también para desplazar y asesinar campesinos, para barata, apropiarse de sus tierras. 

La United, acostumbrada a negociar por debajo de la mesa abusivas condiciones de explotación de las plantaciones fomentando golpes de Estado, intrigando, amenazando  y sobornando gobernantes bajo la batuta del “chief” de la compañía, Mr. Minor Cooper Keith y su par Andrew W. Preston, entró golpeando fuerte a su favor esa misma mesa de juego de cartas marcadas y de ignominia en Colombia, amparada por la posición dominante de los Estados Unidos su padrino protector, con el cerrado cumplimiento de su rampante “Doctrina Monroe”. 

Un designio facilitado además por el absoluto y conveniente desinterés del alto gobierno de hacer respetar su soberanía, prodigándole cómodas y laxas concesiones de explotación, condonando recaudos tributarios, disminuyendo gravámenes prediales y soslayando el cumplimiento de obligaciones laborales dignas para los trabajadores, en un desbalance que serviría solo para aumentar aún más las exageradas ganancias a la United, ensanchar el monto de las aparcerías en favor de los señores de la tierra, y claro está, para aumentar el peso de la bolsa entregada por la United como pago de sus “servicios” a los gobernantes de ocasión, calcando así la misma fórmula ambiciosa y mercenaria que aplicaron con rigurosa perversidad, a su paso reciente por aquellas mal llamadas “repúblicas  bananeras” centroamericanas.

Ya por esas épocas la aceitada maquinaria recién echada a andar a toda velocidad de la era industrial sin importar como ni a quien atropellaba, auspiciaba un salto cualitativo en el futuro hacia espacios insospechados de progreso a las sociedades eurocéntricas y sus naturales herederos de Norte América.  

En contraste con eso, acá en Sharamatuna el tiempo se detendría en el marasmo sofocante de la escena inmodificable de una fotografía monocromática, enmohecida y desteñida de un feudalismo trasnochado, que anclaría tal vez para siempre su destino en unas irreconciliables y pesadas diferencias dadas por las naturales distancias y desconexiones de    ideales y propósitos entre patrones y empleados, que ahondarían aún más la ausencia absoluta de  justicia social y la carencia del respeto por el equilibrio de la naturaleza.  

Esa foto aún hoy no ha cambiado. Todavía es igual. Y se sigue destiñendo y deteriorando cada vez  más y más, hasta que tal vez algún día de estos, probablemente la van a hacer añicos y pulverizar los mismos que aparecen en ella fotografiados.

Se convertirá en polvareda estéril tal como lo fueron sus vidas, mientras esta tierra  prodiga y bendita, se mantendrá por los siglos de los  siglos como fuente inagotable de vida para las generaciones por venir de hombres y mujeres merecedores de ella, que la heredaran bajo los designios de un testamento escrito con tinta de igualdad, justicia, equilibrio de la naturaleza, prosperidad social, y  firmada con la mántrica  palabra  PAZ

Así será.   

Sharamatuna, 97 años después.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Pagamento de reconciliación con el Corazón del Mundo.

Santa Marta, 500 Años de Luz, Memoria... y Aluna

6 de Diciembre de 1928.